Asamblea de laicos de Lanzarote

El sábado, 4 de octubre, se celebró la Asamblea de laicos de Lanzarote, en la parroquia de San Francisco Javier, en Arrecife, dinamizada por la delegación para el Laicado. Asistieron más de 60 personas, seglares y sacerdotes, procedentes de todas las parroquias, movimientos y asociaciones de la Isla.  

Tras la oración, el primer momento fue para presentar el proyecto de la Delegación. Armando Vallejo, delegado para el Laicado, explicó que la labor prioritaria es la de ser facilitadores de la conversión pastoral orientada al Primer Anuncio y la evangelización en todas las realidades de la Diócesis, con el acento puesto en la cercanía, el acompañamiento y la presencia en el territorio: «Iremos a cada comunidad para preguntar a los laicos qué necesitan, propondremos procesos y trataremos de crear sinergias y construir redes para que lo logren».

Tras un breve descanso, una dinámica conducida por Juan López, miembro del equipo de la delegación para el Laicado, reactivó a los presentes, que pasaron a reunirse por parroquias para enumerar todo aquello que valoran como positivo, tangible e intangible, de sus respectivas comunidades de referencia. Un trabajo que sirvió para tomar conciencia de que, pese a las dificultades, tenemos mucho que dar a los demás y agradecer a Dios. 

La segunda parte de esa misma dinámica volvió a reagrupar a los presentes, esta vez por unidades pastorales. En base al trabajo anterior, se trataba a continuación de construir redes interparroquiales, compartiendo y combinando fortalezas, y minimizando así las carencias. La experiencia suscitó ya las primeras sinergias, con el deseo de avanzar en esa dirección. 

Finalmente, se abrió un tiempo para compartir  las sensaciones que dejó el encuentro. El sentir general fue de entusiasmo, con la petición de seguir siendo acompañados en el proceso.

Juan Carlos Medina, vicario eiscopal de Lanzarote, Fuerteventura y La Graciosa, cerró el acto recordando que toda labor, por ambiciosa y voluntariosa que sea, debemos realizarla siempre «con los ojos puestos en el Crucificado» para que dé frutos y perdure.