“Caminos de esperanza en la vida pública: discernir, cuidar y transformar” es el lema con el que la Escuela de Formación Sociopolítica y Fe Cristiana, aula abierta del ISTIC, inauguró este martes 28 de octubre su nuevo curso en el patio central de la Casa de la Iglesia.
El acto comenzó con las palabras de Cristina Vega, coordinadora de la Escuela, quien dio la bienvenida a los participantes subrayando el deseo compartido de “construir una sociedad más justa y comprometida con los demás”. Vega destacó que la Escuela busca ser “un espacio de encuentro y comunión, donde dejarnos tocar por la realidad y buscar juntos caminos de esperanza, en sintonía con el Año Jubilar”. Como novedad, anunció que durante este curso se reforzará la colaboración con Cáritas Diocesana, vínculo iniciado el año pasado, y que una de las sesiones se celebrará en una parroquia de la diócesis.
Por su parte, Daniel Barreto, subdirector del ISTIC, recordó las palabras del papa Francisco sobre la necesidad de trabajar por la amistad social y la fraternidad, invitando a los asistentes a hacerlas vida en sus entornos cotidianos.
El obispo diocesano, mons. José Mazuelos, fue el encargado de inaugurar oficialmente el curso. En su intervención, recordó los 31 años de trayectoria de la Escuela, destacando que “sigue siendo actual y necesaria, porque está en juego la dignidad de la persona”. Mazuelos subrayó que “la Escuela es una esperanza viva, sostenida por hombres y mujeres que buscan la esperanza entre los desfavorecidos, los necesitados y los alejados”.
La sesión inaugural culminó con la ponencia “La presencia en la vida pública”, a cargo de Enélida Hernández, secretaria general de Pastoral de la diócesis de Canarias, quien invitó a los asistentes a redescubrir el sentido cristiano de la presencia en medio del mundo. “Nos convoca una llamada para reflejar la luz de Cristo —afirmó—. Nuestra presencia no nace de una estrategia, sino de la fe, del deseo de servir desde el bien común, siendo transmisores de esperanza en un mundo necesitado”.
Enélida insistió en que los creyentes están llamados a “otra manera de estar en el mundo, a una presencia que escucha, que dialoga y que cuida”. Habló de una Iglesia sinodal, corresponsable, que “hace presencia en las fronteras, en las costas y periferias”, y que “teje redes entre barrios y comunidades como una forma de amar”.
“Cuidar —señaló— es una forma de estar presente en el mundo con una mirada cristiana. La dignidad del trabajo humano nos impulsa a defender los derechos y proteger al trabajador. La paz se construye desde lo pequeño, desde las periferias, con gestos de cercanía”.
Concluyó animando a los presentes a vivir este curso como un camino de conversión y compromiso: “No se trata solo de aprender, sino de convertirnos y forjar esperanza desde el discernimiento y la fe compartida”.
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