El Gobierno franquista suspendió en 1975 las reuniones eclesiales de Las Palmas y Vallecas
El obispo de la Diócesis de Canarias, José Antonio Infantes Florido, presentó, el ocho de septiembre de 1975, las conclusiones de la Asamblea del Estudio Socio Pastoral (ESP), el día de la Virgen del Pino. Fue la primera experiencia de participación del pueblo de Dios en analizar la realidad, juzgarla a la luz de la Palabra de Dios, y comprometerse con acciones pastorales y sociales liberadoras.
Han pasado 50 años de un proceso asambleario eclesial para aplicar el Concilio Vaticano II en las dos diócesis canarias, tras el acuerdo de la Asamblea Conjunta de Obispos y Sacerdotes de 1971. El ESP diocesano duró tres años, con propuestas de cambios para la Iglesia y en la sociedad, pese a la oposición de 80 curas preconciliares, y el apoyo de los otros 40.
Ese rechazo a conclusiones propuestas fue amplificado por periódicos de Prensa Ibérica y El Eco de Canarias y por la revista del nacionalcatolicismo Iglesia-Mundo, con calificaciones de heréticas, contrarias a la doctrina, a la fe católica o a la razón natural al abogar por “la igualdad de todos los hombres como exigencia del Evangelio”. La oposición tachó de marxistas propuestas sobre la participación del pueblo en las decisiones sociales, económicas y culturales que les afecten.
Tales críticas llevaron al Gobernador Civil a prohibir la celebración de la Asamblea del ESP el 10 de mayo de 1975, pese a lo cual 300 personas se reunieron en el Obispado. Previamente, el 15 de marzo, el Gobierno franquista suspendió la asamblea pastoral de Vallecas, que presidía entonces el obispo Alberto Iniesta. Mientras, en la otra diócesis canaria la abortó el conservador Francisco Gascón.
La larga experiencia de participación eclesial finalizó con asambleas de zonas y de representación el 27 de junio, cuyas conclusiones fueron asumidas por el obispo Infantes Florido. Aquella asamblea del ESP, siguiendo el espíritu del Vaticano II y el método Ver, Juzgar y Actuar de la Acción Católica, hizo un acertado análisis de la realidad social y eclesial. Resaltó la dependencia que sufría Canarias, la asunción de responsabilidad eclesial de la problemática isleña y apostó tanto por la participación social, sindical, cultural, a favor de la igualdad, así como la renovación eclesial más allá del clericalismo.
Sus 49 proposiciones se distribuyeron entre los apartados: Hacia una Iglesia en línea misionera; hacia una Iglesia al servicio de la liberación integral del ser humano; y hacia una iglesia local configurada en comunidades vivas de fe, liturgia y caridad.
Para crecer como Iglesia misionera, se propone: una delegación de evangelización que coordine la educación de la fe; que en los ambientes y sectores marginados, la fe en Jesús y la vivencia comunitaria parta de la promoción, teniendo en cuenta la Palabra de Dios y los acontecimientos; especial preocupación a las personas más pobres; adaptar algunos ritos a las costumbres canarias; denunciar las situaciones y estructuras injustas; que los movimientos cristianos revisen si tienen conciencia de la realidad, si la confrontan con la Palabra y les lleva al compromiso; la creación de movimientos apostólicos; y la promoción de familias auténticamente cristianas y comprometidas en la fe.
En las conclusiones para una Iglesia al servicio de la liberación integral de las personas, reconocen la parte de culpa en el subdesarrollo histórico de Canarias; consideran problemas graves la falta de agua, la falta de planificación agrícola; la explotación extranjera de la riqueza agrícola y pesquera y el abandono de las “islas menores”. Apuntan que la división de la sociedad en clases es la causa principal de la marginación; y lamentan la injusta inferioridad en la que se sitúa y se considera la mujer, proponiendo una mayor participación.
La Asamblea se compromete a trabajar por el reconocimiento de los derechos de reunión -era ilegal reunirse más de 21 personas-, de asociación, expresión, información y manifestación pública; pide la amnistía para las personas privadas de libertad por ejercer tales derechos; proclama el derecho del pueblo canario a tomar parte en los problemas, decisiones y soluciones que les afecten; propone la participación en actividades recreativas, culturales, municipales, laborales y sindicales -solo había el sindicato vertical-; y pide crear el Secretariado de Pastoral Social que también colabore “con personas de distintas creencias e ideologías compatibles con la fe cristiana”.
Asimismo, resalta la apuesta por una Iglesia local con comunidades vivas; la opción por una “Iglesia pobre, libre y salvadora, que no esté vinculada a ningún poder económico, político o social”; la promoción de consejos pastorales; la eucaristía como expresión de la comunidad con su mentalidad, cultura, problemas y situaciones; y el fomento de eucaristías de grupos reducidos y la eucaristía doméstica. Se propone que el Obispado gestione ante la Santa Sede la autorización para que participantes en la eucaristía puedan compartir sentimientos, vivencias e impresiones que suscite la Palabra de Dios.
También la asamblea plantea crear una Caja Diocesana de compensación entre parroquias; poner los bienes de la Iglesia al servicio de la promoción personal y comunitaria; y la revisión de la estructura parroquial para que llegue a ser una comunión de pequeñas comunidades de fe, culto y amor.
El ESP lo asumieron el colegio arciprestal, Fuerteventura, La Isleta y el Sur de Gran Canaria y el Centro Teológico con cursos de formación del clero, la creación del Departamento de Teología de las Realidades Canarias, una Teología Canaria y la coordinadora de grupos, comunidades y movimientos Achamán, al estilo de una Iglesia popular. Poco más. En el campo del compromiso, integrantes de la asamblea eclesial cofundaron los partidos Asamblea Majorera, Asamblea Canaria y Unión del Pueblo Canario; y militaron en organizaciones obreras que confluyeron en Intersindical Canaria.
Quién diría que propuestas eclesiales del ESP todavía, medio siglo después, están pendientes. Algo similar pasó con el IX Sínodo de 1992, aunque se logró una mayor participación. Algunas propuestas de ambas asambleas se han retomado en el actual Sínodo. En cualquier caso, es de celebrar los 50 años de aquella y cualquier experiencia del pueblo de Dios.
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