08-09-2025 Natividad de la Santísima Virgen
08/09/2025

¡Vídeo en directo! Festividad de Ntra. Sra. del Pino


Hoy celebramos la Natividad de la Virgen

Cada 8 de septiembre la Iglesia celebra el nacimiento de la Virgen María. Esta fiesta litúrgica tiene lugar exactamente nueve meses después de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre, subrayando así el misterio de su origen inmaculado.

En nuestra diócesis, esta jornada reviste un significado especial al conmemorar a Nuestra Señora del Pino, patrona de la diócesis de Canarias.

La celebracion tiene lugar en la Basílica de Teror, donde a las 12.00 horas comenzará la Eucaristía, presidida por Mons. José Mazuelos, obispo de la diócesis.

Homilía

Fiesta de la Natividad de la Virgen María

Ntra. Sra. del Pino, patrona de la diócesis de Canarias

Lunes 8 de septiembre de 2025

Devotos y hermanos todos, especialmente a los que no podéis  estar presentes y seguís esta celebración por los medios de comunicación a los que agradecemos su presencia y su servicio.

María madre de nuestro Pueblo

Hoy nos reunimos, como cada año, para celebrar la Natividad de la Virgen María. Hoy levantamos la mirada hacia nuestra Madre la Virgen del Pino, Patrona de esta bendita tierra de Canarias. Desde aquel día en que, según la tradición, se apareció en lo alto de un pino en Teror, su presencia ha sido luz y consuelo para generaciones enteras de canarios. Ella se ha convertido en el corazón espiritual de este pueblo que, entre montañas y mares, entre luchas y esperanzas, ha aprendido a confiar en Dios bajo su amparo maternal.

El pueblo canario se reconoce en la Virgen del Pino porque ella refleja nuestra propia historia. Somos un pueblo que ha vivido la dureza de la tierra y la inmensidad del océano; un pueblo que ha tenido que emigrar buscando pan y futuro en Venezuela, Cuba o América, llevando siempre consigo la fe y la devoción a la Madre. La Virgen ha sido puente de identidad, memoria viva de nuestras raíces, y al mismo tiempo semilla de esperanza en cada nuevo comienzo.

María del Pino es madre cercana. No reina desde la distancia, sino que acompaña desde la sencillez, como lo hizo en Caná, como lo hace en cada hogar canario donde su imagen preside la sala, la cocina o la mesita de noche. Ella conoce las lágrimas del campesino, las fatigas del marinero, los sueños del joven y las soledades del anciano. Y como buena madre, nos invita siempre a hacer lo que su Hijo nos diga. Es por ello que venimos a sus pies con nuestras súplicas, nuestras alegrías y también con nuestras heridas, seguros de que María, como buena madre, siempre nos acoge y nos conduce a Cristo.

Y sobre todo hoy queremos darle gracias a Jesús por habernos dado esta bendita devoción a su Madre en esta basílica de Teror. Ella es el fundamento y la raíz de nuestro pueblo Gran Canario, consciente, como ha demostrado en la última salida, de la necesidad de contar con esta Madre del Pino, pues cuando se navega en un mundo globalizado es muy fácil que te lleve el viento a la deriva si no tienes una raíz a la que volver. Y todo canario sabe que en Teror, en su Virgen del Pino, está esa raíz que es un faro maravilloso para navegar con seguridad por las aguas de la vida y la eternidad.

María modelo de creyente

El Evangelio nos recuerda que María es la mujer de la escucha y de la fe. Ella supo abrir su corazón a la voluntad de Dios y confió, aun sin entenderlo todo. Por eso, la veneramos no solo como Madre, sino también como modelo de creyente. Ella no solo es Madre de Jesús, sino también modelo de discípula y esposa del Espíritu Santo. Su vida entera está marcada por la entrega, la fe y la disponibilidad total a la acción divina.

Hoy más que nunca, bajo su mirada, el pueblo canario está llamado a ser pueblo de esperanza y de fraternidad. En tiempos de incertidumbre, cuando la tentación es encerrarnos en nosotros mismos, la Virgen nos enseña a abrirnos al otro, a vivir como familia, a reconocernos hermanos. Su manto no cubre solo a Teror ni a Gran Canaria, sino a todas nuestras islas, y con ello nos recuerda que somos un solo pueblo, diverso y unido, llamado a vivir en paz y solidaridad.

María es la fuente de la esperanza confiada que mostrándonos a ese niño rubio, sonriente y pequeño nos enseña como un día lo hizo con San Juan bajo la cruz que Dios nunca abandona a sus hijos. Ella nos alienta a no tener miedo y nos recuerda que, desde el inicio de la fe y su expansión  por  el  mundo,  siempre  ha  ido  por  delante  en  los  momentos  de  oscuridad,  de  violencia. En  las  grandes  crisis,  María  siempre  ha  sido  esa  luz  que  conduce a  la  Iglesia  hacia el sendero  correcto. Por eso, mirar a la cara a esta bendita imagen no es más que un canto a la esperanza y una invitación a contemplar  las  maravillas  de  Dios  en  la historia  de  nuestro  pueblo.    ¡Cuántas  madres,  cuántos  jóvenes,  cuántos  abuelos,  hombres  y  mujeres  en  diferentes  situaciones  de  la  vida  han encontrado  a  sus  pies  el  consuelo,  el ánimo,  la  esperanza  o  incluso  la  fe!    

María fuente de caridad

Pero también Ella nos habla de fraternidad y de caridad generosa, para vivir con un corazón abierto, solidario, atento a los más pobres y necesitados. En ella vemos reflejada la ternura de Dios y el rostro de una Iglesia que acoge, escucha y acompaña. María no es una madre distante; es la que camina con nosotros, la que nos sostiene en las pruebas, la que nos anima a mantener firme la fe en medio de las tempestades de la vida.

Hoy, al mirarla, no podemos ignorar los desafíos que vive nuestra tierra. Como no traer aquí el problema de la vivienda, de la salud y la realidad de la inmigración, que golpea con fuerza a nuestras islas. Son miles de hermanos que llegan buscando pan, trabajo, dignidad y un futuro mejor para sus hijos. Llegan, como la Sagrada Familia en su huida a Egipto, escapando de la persecución, de la pobreza y de la violencia.

La Virgen del Pino, Madre de todos, nos invita a mirar a estos hermanos no con miedo ni con indiferencia, sino con ojos de misericordia. La fe no nos permite cerrar el corazón al que sufre, ni levantar muros de egoísmo. No podemos ignorar el sufrimiento de las personas que han tenido que abandonar sus tierras a causa de la guerra y de la devastación de sus riquezas naturales por las multinacionales sin escrúpulos. Hay que dejar a un lado las ideologías y alzar la voz en Europa para hacer crecer una política de servicio en busca del bien común, que pasa por el respeto a la dignidad de todos los seres humanos.

La fe nos impulsa a la hospitalidad evangélica, a reconocer en cada rostro el rostro mismo de Cristo: “Fui forastero y me acogisteis” (Mt 25,35).

Todavía se escucha el clamor de las mujeres y niños fallecidos hace unos días en las aguas de Mauritania, más de 147. Pero son más de 10.000 los fallecidos que se han llevado las aguas del océano y otro tanto más las arenas del Sahara. Ante esta tragedia tenemos que pedirle a nuestra madre del Pino que abra los corazones de nuestros gobernantes para que puedan escuchar la voz de los sin voz y luchar para que el Atlántico deje de ser un cementerio. No se puede usar el tema de la migración para buscar votos, hacer política fácil o buscar la polarización política.

La migración nos llama a todos a dejar los beneficios partidistas y buscar el consenso en pro del bien común. No podemos permitir que se utilice el tema migratorio para sembrar miedo ni dividir a la sociedad. Es necesario reivindicar la fraternidad, la justicia y la paz, sin caer en manipulaciones ideológicas. La solidaridad debe ser no solo personal, sino también política. La migración no es solo un “problema canario”, es un desafío global que necesita respuestas compartidas.

Acoger al hermano no significa ignorar las dificultades que esto supone para nuestro pueblo. Canarias no puede ni debe cargar sola con esta realidad. Pedimos, por tanto, a los gobernantes, a Europa y a la comunidad internacional, que asuman su parte de responsabilidad y que nadie convierta esta tragedia en un asunto olvidado. Los canarios, especialmente en las islas más afectadas, necesitan recursos para poder responder sin sentirse desbordados.

No olvidemos que esta realidad de la migración nos pide a todos que nos unamos para dar una respuesta social en la que reine la humanidad, la responsabilidad compartida, la justicia y lassoluciones a largo plazo, no solo parches de emergencia. Invertir en infraestructuras, servicios públicos y programas de convivencia que favorezcan la integración y la cohesión social. Es necesaria una cooperación internacional real para que las personas no se vean obligadas a migrar por hambre, guerras o falta de futuro. Hay que luchar con todos los medios contra las mafias que favorecen la migración ilegal.

Por último, como hijos de María, somos conscientes de la necesidad de dar una Respuesta cristiana: abrir el corazón, acompañar y defender la vida de quienes llegan, porque en ellos reconocemos el rostro de Cristo. La Virgen del Pino es Madre de la Esperanza. Y, como buena madre, no mira pasaportes ni fronteras, sino que abre sus brazos para acoger a todos los que llegan cansados, heridos o desorientados en el camino. Hoy, cuando nuestras islas son puerto de llegada para tantos migrantes que buscan una vida digna, la Virgen nos enseña a mirar con compasión y no con indiferencia.

El corazón de María se conmueve, como el de su Hijo, ante cada persona que huye del hambre, de la violencia o de la falta de futuro. María comprende el miedo del exilio, pero también sabe del consuelo de la fe y de la hospitalidad.

La Virgen del Pino, desde su trono humilde, nos invita a ser Iglesia samaritana: una comunidad que cura heridas, que ofrece pan al hambriento y palabras de aliento al que está solo. Ella nos recuerda que cada migrante es un rostro de Cristo, y que en el rostro cansado de quien llega en patera, en el llanto del que se siente extraño en tierra ajena, late la misma dignidad que Dios sembró en cada uno de nosotros.

Pidamos hoy a la Virgen que nos regale ojos nuevos: ojos para ver en cada migrante no un problema, sino un hermano; ojos para descubrir que la fe se hace auténtica cuando se convierte en solidaridad concreta; ojos para comprender que la esperanza es semilla que crece cuando la compartimos. Y como nos pide el Papa León XIV abramos nuestros corazones a la oración para pedir por la paz en tantos lugares del mundo en conflicto y en especial por Gaza y Ucrania.

Hermanos, que la Virgen del Pino nos enseñe a abrir el corazón y las manos, para que nuestras Islas no sean solo una frontera sino puente de encuentro, de justicia y de fraternidad. Y que, bajo su manto, todos —canarios y migrantes— encontremos el hogar que Dios sueña para sus hijos: un hogar donde nadie sobra, donde nadie queda fuera, y donde el amor es la única ley.

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