Este curso pastoral ha comenzado con mucha actividad y presencia en las islas. ¿Cómo afronta la delegación para el Laicado este curso y cuáles son las prioridades que se han marcado?
Estamos ilusionados. Tras un primer curso de aterrizaje, puesta al día y discernimiento sobre nuestra misión, creemos que estamos preparados para responder a lo que se espera de nosotros. La presencia en el territorio es uno de los acentos pastorales de este curso para todas las delegaciones, y eso es algo que no solo forma parte de nuestra programación para este curso, sino del proyecto marco de la delegación para los próximos años. En lugar de organizar actividades para sacar a la gente de sus comunidades, seremos nosotros los que nos acerquemos para preguntar cómo podemos ayudarles. Serán visitas con sustancia, que nos permite recoger información de calidad con el fin de responder eficazmente a lo que cada comunidad necesita realmente para avanzar hacia un modelo pastoral orientado a la evangelización. Al mismo tiempo, esas visitas, así como otros encuentros con responsables de distintas realidades de la diócesis, nos servirán para empaparnos de toda la riqueza que tenemos, con el fin de acercarla allí donde creemos que cada una de ellas puede ser de ayuda.
Misión y sentido de la delegación:
¿Por qué es importante contar con una delegación específica para el Laicado en la diócesis de Canarias y cuál es su cometido principal dentro del conjunto de la pastoral diocesana?
Suelo decir que esta delegación debe ser invisible y silenciosa, pero no insípida. Es una delegación transversal, que no debe hacer muchas cosas, sino hacer que pasen cosas. Debemos ser facilitadores, una palabra que me encanta. Es decir, hacer más fácil a otras personas, en este caso a comunidades de nuestra diócesis, lo que en principio les parece difícil o hasta imposible, pero siendo ellos mismos los protagonistas del proceso. Esto lo haremos, lo estamos haciendo ya, averiguando lo que realmente necesitan y anhelan, y conectándolos con realidades que pueden ayudarles a conseguirlo, ya sean otras comunidades que ya lo tienen, movimientos, asociaciones, delegaciones, métodos, etc. Se trata de crear redes en las que unos tenemos unas fortalezas y otros otras, y que compartiéndolas activamente creceremos todos juntos. Ya sabes, “Juntos somos más”; y esta es la forma de hacerlo realidad.
Retos y acompañamiento:
Usted ha señalado que el objetivo es ser “facilitadores de la conversión pastoral orientada al Primer Anuncio”. ¿Qué retos concretos encuentran para lograrlo y cómo piensan acompañar a las comunidades en ese proceso?
El deseo de entrar en conversión pastoral es la consecuencia de un discernimiento, un descubrimiento. La toma de conciencia de que no podemos seguir haciendo lo mismo y de la misma forma en un cambio de época como el que estamos viviendo, porque nuestro mensaje no llega. Y si no llega, no ayuda. Porque de eso se trata, ¿no? de ayudar a la gente, acercándolos al amor de Dios; eso es el Primer Anuncio. Así que, por supuesto, si una comunidad desea o intuye que necesita y está preparada para esa conversión pastoral, nosotros les ayudaremos a iniciar el proceso. Afortunadamente, existe mucha documentación al respecto, métodos probados que funcionan y comunidades en nuestra misma diócesis que ya lo han iniciado con éxito, de modo que tenemos las herramientas. Pero esa es solo la última fase. Sabemos que todavía hay muchos laicos, incluso curas, que siguen anclados en una pastoral de mantenimiento, de administración de sacramentos. Y aunque se quejan de lo mal que van las cosas, no han descubierto la necesidad de una renovación completa de “estructuras, costumbres, estilo, lenguaje y hasta de horarios”, como nos decía el Papa Francisco en Evangelii Gaudium. Ese es el reto. Contagiar a todas esas comunidades, ayudándoles a lograr pequeños objetivos según sus necesidades, para que, viendo los resultados, quieran más.
Equipo y modo de trabajo:
¿Quiénes forman parte del equipo de la delegación para el Laicado y cómo se organizan para estar presentes y acompañar la vida de unidades pastorales, parroquias, movimientos y asociaciones?
La delegación cuenta prácticamente con el doble de miembros que en la etapa anterior, y debemos seguir ampliándolo aún más, porque creemos que solo así podremos cumplir con los objetivos y ser eficaces en nuestra misión. Somos un equipo muy heterogéneo. Hay laicos que simplemente son agentes de pastoral en parroquias, hay miembros de movimientos, de asociaciones, de métodos de evangelización y profesores de religión. Uno de los miembros del equipo, Juan López, es nuestro enlace en Fuerteventura, y otro, recién incorporado, José Juan López, en Lanzarote. Estamos convencidos de que la presencia de la delegación en los territorios es esencial para poder acompañar de modo efectivo a los laicos en sus comunidades y no solo en pensamiento desde la lejanía. Por esa razón, tenemos intención de formar una red de laicos, que sin ser miembros del equipo permanente, sean nuestro enlace más cercano en cada zona pastoral, movimiento y asociación.
Presencia en el territorio:
Han estado en Lanzarote y Fuerteventura presentando la delegación y ofreciendo su ayuda. ¿Qué impresiones y aprendizajes se llevan de esos encuentros con los laicos y las unidades pastorales?
Lo que más me llamó la atención fue el entusiasmo y las ganas de renovarse y avanzar en el proceso de conversión que propone la diócesis a través de su Plan Pastoral. Aunque siempre hay problemas y motivos para la queja, me pareció que en la balanza pesaron mucho más la ilusión y la esperanza. Lo segundo es que hay necesidad, incluso súplica de acompañamiento, con expresiones que por momentos te encogen el corazón, pero al mismo tiempo me emocionan, porque es la prueba de que hay un deseo profundo, intenso y apasionado de transmitir el Evangelio. Cada vez tengo más clara esta frase que leí en algún sitio: “La renovación de la Iglesia será de abajo hacia arriba o no será”. Es así, porque solo los laicos podemos cambiar el estilo pastoral de nuestras comunidades, porque somos nosotros los que realizamos la mayoría de esas tareas. O nosotros nos lo creemos o por mucho que quieran nuestros obispos y hasta los sacerdotes más alineados con la causa, no habrá renovación, porque las comunidades las formamos fundamentalmente nosotros, que tenemos una única misión por el bautismo, que no es otra que evangelizar, cada cual desde el ministerio o ámbito desde donde se sienta llamado a hacerlo.
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